Nada más que lejanía.
Nada más que un olvido.
Nada más que mi alma en agonía.
No hay nada más que yo, perdido.
Golpeada por una marea, mi voluntad se quiebra.
Por las tempestades, mi corazón trata de olvidar.
De relámpagos y destellos, mi voz golpea la piedra.
La niebla del rechazo me hace naufragar.
Digo adiós sin haberme despedido.
Con ánimos de conservar el recuerdo de lo que ya nunca fue.
Y sólo Dios escucha mi corazón y derrotado latido,
Pues tu compañía en amistad, sí tendré.
1 comentario:
Este poema realmente resonó en lo más profundo de mi ser. Es como si esas palabras hubieran atravesado todas mis fibras sensibles, llevándome de vuelta a un momento en mi vida en el que experimenté una profunda soledad y anhelo. Has capturado magistralmente la sensación de vacío, la distancia emocional y la lucha interna que a veces enfrentamos.
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