viernes, 14 de enero de 2011

Una puerta a mi mundo (2).

Hasta ayer, tenía planeado publicar algo acerca de los números.
Oh, sí. Los números. Estamos rodeados de ellos: DNI, Pasaporte, contraseñas, ticket de espera, código de la universidad, etc. Pero, hoy, preferí compartir con ustedes otro pedacito de mí. 
Sé que no siempre es divertido querer escuchar o leer las historias de los demás, pero entiendan que escribo para mí.

Muchos dicen que los tiempos de colegio NUNCA se olvidan, que son los mejores y que no deberían ser olvidados.
Y tienen razón, no se olvidan. Pero yo sí quiero olvidarlos.
Cuando se tiene a más del 90% de gente del otro lado de la línea, uno preferiría olvidar.
Esa línea de delimita los puntos de vista de las personas. Pues eso me pasa.
En un ambiente educativo -no me quejo de la enseñanza europeizada de mi colegio, la que considero muy buena- en el que sus estudiantes, en su mayoría son muy apegados a los bienes materiales y delimitan sus grupos en relación a tus influencias, condiciones socioeconómicas y si tiene casita en alguna playa privilegiada de nuestro país.

Fueron esas mismas circunstancias las que me hicieron pensar que no era el ambiente adecuado en el que me gustaría permanecer, y que  mientras más rápido saliese de ahí, sería mejor para mí.
¡Oh, la Universidad! ¿Una salida? ¿Un nuevo paso?
La verdad nunca supe aquella respuesta que me ha acomplejado tanto, pero de lo que estoy muy seguro es que me ha ayudado a encontrarme a mí mismo... Y, sobre todo, a encontrar a esa gente con la que amaría volverme a ver día tras otro... Año tras año, hasta envejecer. Nunca he llegado a odiar a alguna persona que haya conocido. Si lo dije, pues jamás hubiese sido en serio.

La universidad ha sido, hasta ahora, una nueva y gran página en mi vida.
Conocí a muchas lindas personas que marcaron mi vida, y otras que simplemente estuvieron ahí.
No voy a mencionar a aquellas personas que adoro con todo mi corazón porque ya ellas saben quiénes son.
No voy a mencionar a aquellas personas que me hicieron daño porque al leer esta nota ya se habrán dado cuenta de que hablo de ellas.

Es en los momentos más difíciles en los que uno se da cuenta de quiénes son sus verdaderos amigos.
A esas personas que me hicieron tanto bien, las considero mis amigos.
El término de "hermano" o -"hermana"- no es el apropiado, creo yo, debido a un hecho...
Al hermano uno lo quiere porque se le enseña a quererlo. Sin embargo, a un amigo, se lo quiere porque uno mismo quiere quererlo.
A quienes considero mis amigos, son a aquellas personas que he decido adoptar en mi familia.
Hoy, yo les digo: "BIENVENIDOS SEAN A MI FAMILIA" -no es la más perfecta, pero está llena de cariño-.

Gracias, nuevamente, por leer.
Gracias a los que forman parte de mí.

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